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En fuga: ¿se están yendo del país todos los emprendedores?

Por qué la Argentina dejó de ser una alternativa de inversión para muchos emprendedores que prefieren radicarse en el exterior. Una mirada a fondo sobre lo que está pasando en el ecosistema.

Matias Botbol fundó una empresa de hosting en 2003 con su hermano Hernán y un tercer socio, Alberto Nakayama. A fines de 2006, el trío compró por US$ 5000 una incipiente plataforma que publicaba todo tipo de contenidos llamada Taringa! Este diseñador gráfico de Haedo, hijo de padres médicos, recorrió junto a sus socios un largo y sacrificado camino con el que llevaron a la red social a convertirse en uno de los sitios favoritos en América latina. Finalmente, en 2019 y luego de un derrotero que incluyó años de luchas por juicios por la propiedad intelectual que sentaron jurisprudencia en la Argentina, los emprendedores la vendieron a la firma de blockchain IOVLabs.

Botbol siguió trabajando para la firma, pero luego de la venta decidió instalarse en los Estados Unidos. «Me vine por lo mismo que se están yendo todos.Soy emprendedor desde 2003, y fui sintiendo que las cosas eran cada vez más difíciles. Si bien la Argentina te da un montón, llega un momento que ves un techo y se complica seguir adelante», cuenta a Apertura desde Austin, Texas, donde está asentado junto a su familia.
 

Sí, emprender en la Argentina siempre fue difícil. Las crisis se vuelven capítulos repetidos en los libros de historia, y los cambios de reglas de juego son moneda corriente. De hecho, ninguna palabra define mejor al empresario argentino que «resiliente». Pero básicamente hubo tres factores que combinados hicieron que se colmara la paciencia de Botbol y de un grupo creciente de emprendedores: prejuicios sociales, inestabilidad económica y política, y trabas legislativas.

 

Desaliento emprendedor

Matías Botbol fundó IOVLabs en los EE.UU.

En redes, voces a un lado y al otro de la grieta se enfrentaron con fotos desde Ezeiza. El caso de Botbol, lamentablemente, no es el único. A ese combo antialiento emprendedor (a pesar del cual las startups se la rebuscaban y seguían apareciendo) se sumó un año duro de pandemia y un halo de incertidumbre extra cubrió al ecosistema. Nombres de grandes empresarios aparecieron en los medios con sus nuevas residencias en el exterior, y las noticias de empresas extranjeras yéndose del país (26 desde agosto de 2019, según la consultora First Capital Group) avivaron el fuego. En redes, voces a un lado y al otro de la grieta se enfrentaron con fotos desde Ezeiza.

Muchos datos independientes les dan la razón. Según el informe «Los argentinos, el futuro y la actualidad», de la consultora Taquion Research & Strategy, el 51,2 por ciento de los argentinos no emprendería hoy, incluso si tuvieran cómo financiarse. Para el 37,3 por ciento de ellos, la razón es simple: «El país no me hace sentir seguro».

La pandemia dejó muchas persianas bajas. De acuerdo con un estudio de la Asociación de Emprendedores de Argentina (ASEA), más de un cuarto de los emprendimientos (27 por ciento) afectados de manera negativa tuvo que cerrar de manera definitiva. Entre los motivos principales se encuentran las disposiciones gubernamentales (34 por ciento), la falta de clientes (34), desafíos financieros (11) y los relacionados con el pago del alquiler del local (9 por ciento).

El nicho de los emprendedores como Botbol (digitales en su mayoría y de alto potencial) vive su propia realidad que, por la naturaleza de sus negocios, les hacen pensar con facilidad en tener operaciones desde cualquier lugar del mundo. Eso, tal vez, hace que aumenten las consultas entre conocidos que ven con buenos ojos la idea de instalarse en otras latitudes, los Estados Unidos y Europa, principalmente.

«Desilusión» es la palabra que usan desde el sector. Y algo así siente Santiago Siri, emprendedor del mundo cripto que en 2012 fundó el Partido de la Red, primer partido político digital en presentarse a elecciones en la Argentina, y fue socio de Bitex.la. En 2015, comenzó su viaje como expatriado primero en San Francisco, cuando consiguió una beca de la gigante aceleradora Y Combinator que aportó US$ 100.000 para la creación de Democracy Earth Foundation, que usa blockchain para devolver la soberanía a los ciudadanos en la toma de decisiones políticas. Después de un paso también por Nueva York, finalmente se instaló en Madrid buscando una mejor calidad de vida en una cultura más cercana a la argentina. «A nivel personal me fui enojado con la Argentina porque venía de transitar su política. Después volví y me di cuenta de que tenemos la mejor gente del mundo, pero lamentablemente construir una empresa seria es imposible. A la Argentina la quiero más que nunca en este momento. Así como me fui enojado porque vi lo que es la corruptela barata, ahora son muy fan de los argentinos porque acá cuando llegan vienen con mucho talento», dice y habla de que en Madrid ve una «diáspora» de argentinos que llegan expulsados por una cultura política que no entiende las necesidades actuales.

Santiago Siri se radicó en España

«En la clase dirigente veo que hay una brecha generacional muy grande, cada vez más notoria. Estamos en un mundo posinternet, pero nos gobierna una generación preinternet. La clase dirigente argentina cree que la revolución se hace como en la década del 60. Nos gobiernan analfabetos de las tecnologías de la información del siglo 21 y eso me desespera», reniega y asegura que después de haber vivido en los grandes epicentros emprendedores, la Argentina no tienen nada que envidiar respecto a talento, pero necesita reglas claras.

La sensación es que si a pesar del contexto argentino el país ha sabido pulir grandes emprendedores, teniendo un campo de juego en buenas condiciones las posibilidades serían mucho más grandes. «Cada vez que viajo veo más argentinos que crearon empresas acá, que podrían haber tenido impacto en el país, y que se ven forzados a irse. La realidad es que cada día está más complicado. Hay algunos jugadores que siguen apostando y creo que el ecosistema tiene mil cosas buenas. Pero si tuviéramos un marco más amigable podríamos generar más trabajo de calidad, exportar conocimiento y muchas cosas que estamos haciendo ya pero a una escala mucho menor», pone sobre la mesa Mariano Amartino, director de Microsoft for Startups.

Emprender es un trabajo de alto riesgo, y la pandemia hizo que los founders trabajaran por llevar los niveles de riesgo al mínimo posible, incluso dentro del mundo digital. «Los desafíos hoy dependen del negocio, pero con costos locales, el componente inflacionario es de las cosas más difíciles de predecir. Uno tiene que estar todo el tiempo acomodándose y la pandemia hizo que muchos de nosotros nos volviéramos más conservadores. No buscar tanto el crecimiento sino sostener lo que hay, y hasta achicarse», plantea Agustín Linenberg, presidente de Entrepreneurs Organization (EO) Argentina y fundador de Aerolab.

Mensajes que no ayudan

Un fenómeno que notan desde el ecosistema es un cambio en la actitud o la estrategia respecto a los emprendedores que se ve desde el gobierno. Una fuente del sector aclara que no se trata de una política anti-startups, al contrario, nota interés por el fomento de nuevas empresas, pero sí ve una concepción distinta: lo que desde la administración actual se busca es apoyar más a los proyectos de la economía real y no tanto a los de high potential.

La grieta, entonces, habría llegado al ecosistema emprendedor, dejando ahora de la vereda de enfrente a quienes se habían ilusionado con un modelo de apoyo más parecido al de Israel o incluso al chileno, con apuestas público-privadas.

«En la administración anterior hubo un empuje al ecosistema que, de alguna manera, se sintió como que había llegado para quedarse, y ese cambio tan abrupto de políticas (NdE: como lo ocurrido con las SAS o la sanción de leyes como la de Teletrabajo), sumado a la carga impositiva que cada vez es peor, dijeron ‘otra vez sopa…'», explica Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE Business School. Además, menciona que hay mensajes que se perciben como «anti iniciativa privada», como los bloqueos a MercadoLibre, trabas a las importaciones o el propio impuesto a la riqueza, que colaboran a ensanchar esa distancia: «En una situación como la que vivimos deberíamos promover y hasta mimar a los emprendedores, que son los que generan empleo, y eso no se ve. Hay algunas iniciativas desde la Secretaría de Emprendedores y Pymes, pero se necesita un espaldarazo», plantea.

«Llega un momento que emprender tiene un costo emocional muy grande y termina pasando que todo lo que hacés puede interpretarse como que estás de un lado u otro de la grieta. Es desgastante. Desde mi lado, creo en tender puentes, porque para crear un ecosistema no podes no hablar. Incluso para decir las cosas que uno hace mal», aporta, por su parte, Amartino.

Empresas globales

Es sabido en el ecosistema que para lograr un alto impacto no alcanza con pensar en la Argentina como un único mercado. Las startups de alto potencial desde el inicio piensan en abrir mercados regionales o globales, tanto porque el tamaño del mercado local es demasiado chico como por el hecho de que esto ya se volvió requisito por parte de los fondos de Venture Capital para acceder al capital. Hoy, la regionalización es un hecho. Y con la llegada de la pandemia, se acortaron aún más las distancias.

«Ahora se ve que los emprendedores piensan en grande. No es que se están yendo sino que saben que en algún momento a mediano plazo el CEO tiene que estar vendiendo en su mercado principal. En el ecosistema local se sabe que si no pensás en un mercado grande desde el principio, nunca vas a recibir inversión«, opina Alejandro Mashad, director del Centro de Entrepreneurship de la Universidad de San Andrés (UdeSA).

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Amartino amplía este concepto y dice que últimamente los emprendedores y los fondos empiezan a ser mucho más regionales o globales, porque los mercados permiten serlo, y lo que termina pasando es que en momentos de coyuntura difícil, los emprendedores terminan yéndose, «porque afuera hay más facilidad de levantar capital, de crear empresas, fracasar y poder reconstruirse».

Alejandro Pérez, socio de Bain&Company y mentor de emprendedores en organizaciones como Endeavor, dice que cada vez recibe más consultas sobre cómo expandirse. «El primer paso es tener el producto o modelo bien afinado. Lo otro es plantear que a veces suena muy lindo desde afuera, pero cada país tiene sus reglas de juego, y si vas con cero es muy difícil. Hay talento que se está yendo afuera, pero también hay empresas argentinas que desarrollaron buenos productos y están en proceso de internacionalización», apunta.

 

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