
Lucía y el eco de una Vida Robada
Dedicado a los padres de Lucía Rubiño, a su familia, a quienes hoy cargan con el peso insoportable de la ausencia
No hay palabras que puedan sortear el abismo que dejó Lucía. No hay consuelo que alivie la noche eterna en que una hija, una promesa de vida truncada a los 16 años, fue arrancada de sus brazos por la imprudencia más ciega y egoísta.
Imposible imaginar sus días, que ya no son días, sino ese acto desgarrador de buscarla en cada foto y en cada video que queda en el teléfono, un intento desesperado de que su niña no muera en el olvido. ¿Cómo se duerme sabiendo que la risa de esa criatura se apagó en una vereda que no debió ser su tumba? ¿Cómo se mira el cielo sin buscarla en cada estrella, sabiendo que su futuro, sus sueños, fueron aplastados por el metal de dos vehículos manejados por dos estúpidos sin conciencia sin conciencia?
Vieron a Lucía irse a una reunión con los chicos, a un momento de compartir, y lo que regresó fue un perpetuo silencio . Y en ese silencio, la Justicia elude decir que «esos dos» hacían el juego del gatillo, una carrera temeraria de uno frente al otro hasta que Manzur se desvió y mató a Lucía. Mientras alegan que uno frenó y el otro se desvió, la única verdad palpable es que la vida de Lucía se perdió en medio de una exhibición de poder y descontrol juvenil. Ver cómo la figura de un conductor es apartada mientras la otra enfrenta cargos graves, nos obliga a cuestionar si la justicia en San Juan es igual para todos. Los testimonios de los chicos en Cámara Gesell afirmaron que los dos estaban como locos en las calles del Barrio Profesionales.
Y es aquí donde el dolor se mezcla con la rabia. Cuando el poder se viste de impunidad, el duelo se vuelve una batalla cuesta arriba. Echegaray fue acusado inicialmente de «homicidio culposo», pero fue sobreseído de este cargo en mayo pasado. Actualmente, solo enfrenta un cargo por conducción imprudente relacionado con hechos anteriores al accidente. Manzur, por su parte, sigue imputado por «homicidio simple con dolo eventual».
La caradurez, el desparpajo y la impunidad son los otros asesinos de Lucía.
Mientras la justicia se define y el eco de su nombre se apaga en los despachos oficiales, hay una condena inamovible instalada en el corazón de la gente: Lucía nunca morirá del todo porque siempre besaremos su foto y le daremos un abrazo a sus padres para consolar su dolor. Pero esta vez el castigo social es, no sólo para los asesinos al volante, sino también para los árbitros cómplices que deciden.
Pero además hay algo de lo que jamás uno puede escapar: la conciencia. Esa que aparece cada noche, o antes de cada bocado o a cada paso de una libertad llena de trampas. Esa, señores, tampoco es vida.
Deseamos que el amor inmenso que sienten por ella los sostenga en cada amanecer. Lucía no fue un accidente; fue una vida que merecía llegar a los 60, a los 80, a celebrar cada hito con ustedes, como los 19 que hubiese cumplido este mes.
La justicia saca favor del paso de los calendarios y se sirve del desgaste , pero el recuerdo de ustedes es el único veredicto que nunca cambiará: el de una hija amada, a la que ustedes nunca olvidarán…y los sanjuaninos tampoco.
Con toda nuestra solidaridad y compromiso con su verdad.









