
Nito Mestre sin miedo a la vejez
El Auditorio llenó sala anoche para recibir al mítico Nito Mestre quien vestido de negro y con su caminar desgarbado, nos regaló un pasaje gratis con destino a la púa sobre un disco en el cuarto de adolescencia. No se puede explicar el fenómeno, de cómo esas canciones, una tras otra fueron abriendo las aguas de la memoria y los sentires, hasta el nudo en la garganta y un Nito borroso por alguna gota de nostalgia en los ojos. Primero cantó algunas canciones con su banda y luego entró la orquesta de cámara de la UNSJ que lo acompañó casi hasta el final.
El ex Sui Géneris salió a escena sin voz, no dicho en sentido figurado, ya que poco y nada pudo hablar siquiera con el público, y a la hora de cantar , no llegó nunca a los tonos requeridos. Una faringitis y el viento zonda iniciaron una insurrección para conspirar contra las casi mil personas que lo esperamos en las butacas del Juan Victoria…pero ignoramos el asunto. Cómo podríamos detenernos en ese pequeño gran detalle ante el tipo que nos marcó la vida y que en plena adolescencia nos hizo pensar en el futuro, en un hijo, en el sentido de la libertad, en la muerte, la soledad, en lo que hay tras una pared o en la prepotencia del poder de quien se cree rey del resto.
Es verdad que Mestre casi no pudo cantar, pero les aseguro que nadie se sintió estafado ni nada parecido. Sus canciones son tan fuertes como el mismo autor, supimos que no sería el mismo de siempre y por eso lo acompañamos cantando todos con una especie de susurro a volumen medio…la magia hizo el resto.
Es una manera muy setentosa de ser agradecidos con respeto y educación. Porque esa fue su inspiración por aquellos años para quienes lo escuchamos, la única diferencia es el ¨distinto tiempo en lugar nuevo, en la misma situación¨. Fue decirle gracias al amigo que nos ayudó a pensar, aún no acordando con sus ideas, a discernir y a ser la generación que sabe que una canción te puede hacer mejor persona y que hay un mundo más bonito sin autotune.