
La pescadería de la esquina ubicada en avenida Libertador y Aberastain en Capital cumple este viernes 25 de Julio 73 años. La historia está plagada de amaneceres en los cuales cada descarga de pescado prometía pesadas jornadas de trabajo. José Antonio Prividera fue el heredero de lo que su padre supo sostener durante tantos años y luego él mismo se encargó de mantenerlo en pie hasta el día de hoy con 81 años de edad.

Todo comenzó en Julio de 1952. En aquel momento Pepe asistía a la escuela Bernardino Rivadavia y cuando sobre el mediodía sonaba el timbre que marcaba la retirada, corría para llegar hasta la Tucumán y Libertador donde lo esperaba la tarea del día. “Apenas llegaba me sacaba el calzado y lo primero que hacía era baldear la vereda” cuenta. En aquella época su padre, Cayetano Prividera, cargaba el pescado en el ferrocarril, lo hacía en una Chevrolet 37 impecable. Josefa, la jefa de casa, hacía el plato favorito de la familia, la merluza entera frita. El esperado menú se servía dos veces a la semana y lo que no se comía al almuerzo te lo servían a la noche. A sabiendas del cuidado por la espina del pescado, “me enseñaban que se come primero con los labios” cuenta. A los 14 años de edad del Pepe, su papá Cayetano enfermó y con Josefa llevaron se encargaron del negocio.
En los 50 el pescado llegaba puntual a San Juan hasta el ferrocarril de la Ciudad Capital. Cuando marcaban 20:20 hs justo recuerda. Las descargas ocurrían amaneciendo los días miércoles, viernes y domingo. Eran tres trenes a la semana.
Hoy la pescadería se nutre de los proveedores que hace 45 años ininterrumpidos llevan la mercadería hasta el lote esquina que se convirtió en uno de los locales más antiguos del rubro. Actualmente las descargas en la puerta de Prividera se registran a las 5 horas de cada miércoles y sábado.

La Nostalgia indefectiblemente lleva los recuerdos de los Prividera a las interminables ventas de Semana Santa. Pepe recuerda una en particular, la celebrada en el año 1994. “Vendimos 36 mil kilos de pescado” dice el pescadero y recuerda que el día martes había llegado el camión para las ventas de jueves y viernes santo y domingo de pascua.
Las carnicerías respetaban aún la tradición cristiana y suspendían la venta de carne vacuna por la de pescado que compraban en Prividera.
Sostener la tradición ha sido a lo largo de los años tal vez el objetivo más difícil ya que, con el devenir de las nuevas generaciones el consumo de pescado comenzó a bajar.
Tan es así que en la última Semana Santa celebrada, la esquina vendió apenas 3500 kilos de pescado. En la Difunta Correa se comía pescado a raudales dice el pescadero y recuerda que “me compraban 4 mil kilos de pescado para la celebración cristiana pero con el tiempo la tradición fue en decaída”.
Pero siempre el buen humor como estandarte para abordar cada día de trabajo. Quien no escuchó un chiste de clase del Pepe Prividera durante alguna compra en la pescadería, en una mesa de café o en las juntadas que tiene con amigos.
Y Como las peores también hay que contarlas, recordó una en particular, la gesta de Malvinas. Como el contexto era de guerra y la gente por temor se aprovisionó de todo, la venta de pescado no fue prioridad y ese día el camión encima tuvo un retraso que superó las 12 horas. “Ese día la gente se desplató” lamentó Prividera. El temor había arrojado el consumo hacia el azúcar, la yerba y ese tipo de alimentos que las personas eligen para estoquearse por miedo a no poder salir de sus casas por largo tiempo.
Por ello es que tuvo que vender una camioneta para pagar esa carga que sabía no iba a vender. “Me sobraron 7 mil kilos de pescado así que salí a repartir en hospitales y escuelas y el resto no pude salvarlo porque no existía el freezer ni otra opción que pudiera mantener la mercadería. Le gente se abasteció con otro tipo de alimentos y no quedó un peso en el bolsillo para el pescado, esa fue la más amarga de tuve” remata.
Y para quien gobierna (hoy Milei) no hubo muchas flores. “A mí todavía no me beneficia en nada” asegura y justifica porque “te tienen zumbando con los impuestos”.
De todas maneras Pepe tiene su propia espina en esta historia y es un anhelo que algún día sueña cumplir, su propia taberna que fundaría bajo el nombre “El Mesón del tío Pepe”.
La idea consta de una especie de pulpería con capacidad para 80 comensales y un piano para quien quiera tocarlo.
La esquina de avenida Libertador y Aberastain está más viva que nunca aún con el paso de los años y siempre a tiro de la risa por los cuentos del Pepe. A nosotros nos dejó tal vez el de la ocasión que nos convoca y ¿Saben ustedes cual es el cuento del pescado? Yo no, así que los dejo con la espina…









