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Mujeres ven frustrada su competencia deportiva por las ventajas físicas de atletas transgénero

En los últimos años han comenzado a proliferar los atletas transexuales que participan en competiciones femeninas. Así sucedió en los JJOO de Tokio.

Numerosas mujeres atletas se han quejado porque aquellos se imponen con facilidad y acaparan cada vez más los títulos. Que las mujeres trans gozan de ventajas físicas sobre sus compañeras por su condición biológica masculina no es cuestionado; de hecho, es muy significativo que el Comité Olímpico Internacional no exija ninguna prueba a los llamados hombres trans, ya que son biológicamente mujeres.

Los partidarios de que participen las llamadas mujeres transexuales aseguran que los tratamientos hormonales a que estas se someten reducen los niveles de testosterona hasta alcanzar los de un varón, y que ese hecho es el que marca la diferencia a la hora de competir, pues es es el que incide sobre la masa muscular. Al mismo tiempo, estos atletas aumentarían los estrógenos, disminuyendo así su ventaja física.

Pero muchos atletas trans admiten ser superiores a sus competidoras “cisgénero”. Uno de ellos asegura que entorno a un 20%. La realidad es que esta es una estimación modesta. Además, como el entrenador de un atleta transexual ha reconocido: “al nivel al que nosotros participamos no se obliga a las jugadoras trans a tener un nivel de testosterona semejante al de la atletas cis. En el caso de mis jugadores, se nota la diferencia con las demás”.

Como las pruebas cromosómicas ya no son utilizadas por organismos internacionales como el Comité Olímpico Internacional (COI) cuando surgen dudas sobre el sexo de un atleta, y solo atienden a las pruebas hormonales, si los transexuales han adecuado lo suficiente sus niveles hormonales no encuentran problema alguno para participar.

Pero la cuestión de fondo sigue en pie. Los hombres son más rápidos en todas las distancias y la diferencia entre los tiempos de récord mundial entre mujeres y hombres es de entre diez y doce puntos porcentuales, y el porcentaje aumenta incluso en niveles inferiores. En las pruebas de saltos, las diferencias son mayores.

Y es que algunas características físicas decisivas no tienen una relación directa con las hormonas. Por ejemplo, la mayor capacidad de consumir oxígeno del varón, la mayor musculación, las caderas menos anchas, la altura o la estructura ósea, aspecto este muy importante, y una mayor dureza de los ligamentos.

Por ejemplo, entre los 100 y los 800 metros, la diferencia que marcan los hombres se deben a que la mayor masa muscular, de contracción rápida, les permite generar más velocidad, fuerza y energía anaeróbica.

Por encima de esa distancia de 800 metros, la diferencia se produce debido a la mayor capacidad aeróbica. Los varones, además, tienen más hemoglobina y menos grasa corporal, y el corazón y los pulmones de los varones son más grandes que los de la mujer.

Pero parece que esta realidad apenas cuenta ante la fuerza que ejercen los grupos de presión LGBTI. Así, las políticas oficiales auspiciadas desde los Juegos Olímpicos imponen que los atletas transexuales compitan en función de su autopercibido género, teniendo, como único requisito a cumplir, el de un año de terapia de reemplazo hormonal. Algo que, como se ha dicho, no es en absoluto suficiente para eliminar la ventaja competitiva que le proporciona el hecho de ser biológicamente un varón.

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