San Juan

Cuando la vida era hermosa

Hubo tiempos no muy lejanos, en donde éramos felices. Claro que no todo fue color de rosas y que las calamidades y tragedias son parte de la existencia. Pero la vida de hace al menos 40 años era preciosa. Los chicos jugaban en las plazas, el almacenero te fiaba, los viejos daban una vuelta al barrio conversando con los vecinos, las casas olían a comida recién servida, el pan casero se vendía caliente y llegaba a casa sin la costrita luego del mandado. Las escuelas no eran peligrosas y allí se iba a estudiar, las maestras eran de verdad una segunda mamá que nos daba un beso y un abrazo cuando nos veían mal. Las personas de fe iban a misa y era lindo quedarse al rayo del sol un rato conversando antes de ir a almorzar en familia.

Cuando nos llevaban al doctor, se usaba la  ropa nueva, hasta los calzoncillos. El médico nos conocía bien porque cada familia tenía uno de su confianza y sabía todo de esa prole. Y si era necesario, iba a casa cuando la mamá en la esquina del teléfono público llamaba porque «el nene vuela de fiebre». Así, al tiempo llegaba y luego de revisar al enfermo  decía algo entredientes que nadie entendía mientras se bajaba el estetoscopio, con una caricia en la cabeza se despedía y se quedaba un rato en el comedor hablando con los padres. Dejaba una receta de pocos remedios de farmacia y otra hoja con las «indicaciones caseras» que mucho tenían que ver con el cariño y la disciplina. Los diagnósticos de aquella época no eran tan tecnológicos como ahora, pero se hacían desde otro tipo de conocimientos y con otra sensibilidad. Era muy difícil pensar que el médico pifiaba un diagnóstico, y si eso sucedía jamás se presumía que el error se producía  por ser un número más en la extensa lista de pacientes. El médico nos defendía y era capaz de romper actitudes corporativas si la salud de uno de los suyos estaba en juego.  Era una linda época esa, cuando las consultas duraban lo suficiente como para salir aliviado del consultorio aún antes del tratamiento. 

Los policías eran tipos con vocación y hacían la carrera por la elección de servir al otro. La gente del barrio hablaba de su lugar y le agregaba como una especie de plus que «en la esquina vive Gonzales que es policía». La presencia de un patrullero mayormente ofrecía un simbolismo de ayuda y no de miedo (a pesar de los resabios del golpe del 76), Mutuo respeto si se quiere, pero hablo más que nada de la sensación y el convencimiento que teníamos que el policía estaba para defenderte de los malos y no para cerrarte el negocio o no permitir que te sientes un rato al sol en el parque, a vos que sos un buen tipo y que está laburando para subsistir. El policía no era un autómata y sabía discernir con sentido común porque su meta era respetar y hacer respetar la Constitución Nacional. 

Los eclesiásticos, pastores y predicadores se esmeraban en sus celebraciones para dar verdaderas cátedras de libertad, de amor al prójimo y a la vida. Tenían una relación diferente con las familias de sus congregaciones y se los esperaba a comer con opulencia porque siempre sus visitas eran largas y frondosas y bien regadas. Eran muy celosos de cuidar su trabajo de predicar, pues lo hacían de mil maneras. Jamás hubieran permitido que alguien les cerrara su templo por razón alguna ni menos aún que la biblia esté guardada en el altar o junto al calefón. 

Escuchar una radio, leer un diario o ver algo de TV, siempre contenía un abanico de posibilidades y temáticas para elegir. Había emisiones musicales de todos los géneros, novelas, programas para chicos, de preguntas y respuestas, deportivos, culturales, y la tarea de informar en los noticieros no se reducía a contar muertos al unísono. Hasta los puestos de revistas eran una fiesta para elegir un pasatiempo con El Gráfico o la Goles, Mecánica Popular, Selecciones del Reader’s Digest, Life, Billiken o Anteojito. Épocas de  Grandes Valores del Tango, Odol Pregunta, San Juan Alta Visión, Buenas tardes Mucho Gusto, Rosa de Lejos, Argentinísima, Carlitos Balá, Narciso Ibáñez Menta,  Estación Terminal, Pipo Pescador, El Hermano Pablo y sus reflexiones radiales, Roald Viganó y las Páginas sin Tiempo. Disfrutábamos a Borsalino, Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Mario, Rony, José María Muñoz y su Oral Deportiva con Páez y Rodriguez en las largas  jornadas deportivas de Radio Colón. Y habría tanto más para recordar ahora…

Nuestra adolescencia estuvo llena de misterios, preguntas y contradicciones. Se sufría por un amor no correspondido, se ahorraba con trabajitos domésticos para salir el sábado y mucho más para comprar las zapatillas nuevas. Despedir a los abuelos dolía de verdad porque fueron  parte importante de nuestra crianza y de nuestra vida. Los velatorios  un mar de lágrimas y no un trámite rápido  como ahora , que ni el último beso permiten los protocolos. Nuestros padres eran padres, no amigos ni compinches y «ojo con pegarle a tu hermana». Los vecinos se ayudaban o no se trataban, pero no era usual denunciar cuando al lado había reunión en familia o con amigos. Las personas no eran obligadas a delatar a otras por hacer su vida, ni a ser alcahuetes de nadie.  Tanto de lo bueno que hemos perdido con el paso del tiempo y el golpe de gracia es ésta imposición de que esto «nuevo es normal». Nada será como era entonces. Sólo televisores encendidos imponiendo los nuevos protocolos del miedo, inoculaciones y nuevas cepas que nadie debate, que nadie estudia y ni siquiera cuestiona.   Si hay otra verdad, se sabrá ya demasiado tarde o quizás nunca. A menos que un valiente y además poderoso lo grite. O muchos valientes pensando y actuando juntos ganando poder. Pero por ahora la guerra esta perdida. Gana la penumbra de ventanas entreabiertas y el reflejo de las luces azules del patrullero que  acaba de surcar la calle para que no se te ocurra pensar diferente. Y vos convencido que eso es lo que debe ser…y que todo tiempo pasado fue mejor.

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