
Tomás Pueyo, la voz más influyente contra el coronavirus: “No tiene lógica aplicar una cuarentena durante meses porque cuesta demasiado”
No es epidemiólogo ni virólogo. Es ingeniero y trabaja en Silicon Valley, pero se convirtió en una referencia global sobre el Covid-19 tras la publicación de su artículo “El martillo y la danza” que en pocos días fue leído por millones de personas y resultó determinante en las decisiones de muchos gobiernos. Cree que en Argentina no se están haciendo suficientes testeos
Seis meses después de su aparición, y más de 7 millones de contagios y 400.000 muertos más tarde, las certezas en torno al coronavirus continúan siendo escasas. Las marchas atrás de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al respecto de una serie de recomendaciones, sumadas a las dudas en torno a lo efectivamente ocurrido en Wuhan, han colaborado con las grietas en la comunidad científica sobre muchas de las medidas adoptadas por los estados alrededor del mundo.
¿Cómo se producen los contagios? ¿Hasta cuánto puede permanecer el virus en distintas superficies? ¿Cuál es la verdadera tasa de letalidad del COVID-19? ¿Hay relación directa entre las cuarentenas estrictas y la baja mortalidad? ¿Los infectados desarrollaron inmunidad? ¿Cuáles son las características de esa inmunidad? ¿Cuántos de los contagiados son asintomáticos? ¿Son ellos capaces de contagiar? ¿Cómo afecta la enfermedad a los niños? ¿Sirven –por último– las máscaras faciales para evitar el contagio de la enfermedad?
La lista de los interrogantes podría continuar, y podrían también buscarse argumentos científicos (y sus consiguientes papers e investigaciones) para respaldar distintas respuestas a cada pregunta. En este océano de dudas en el que bucean los científicos de todo el mundo, sin embargo, hay un hombre que parece dudar menos que el resto. Su nombre es Tomás Pueyo, nació en Francia hace 38 años, se crió en España y actualmente está afincado en Silicon Valley, donde trabaja como consultor. Estudió ingeniería primero en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI), después en la École Centrale de París y más tarde obtuvo un MBA en la Universidad de Stanford.
El 10 de marzo pasado, Pueyo publicó en la plataforma Medium un artículo titulado “Coronavirus: Por qué Debemos Actuar Ya”, en el que alentó a políticos y empresarios a tomar medidas drásticas y urgentes para contener el avance del COVID-19, anticipando una catástrofe en el caso contrario. Más de 40 millones de personas lo leyeron en los días siguientes, fue traducido en 40 idiomas y su difusión fue decisiva para que muchos gobiernos impusieran cuarentenas estrictas en todo el mundo, incluso para el de Alberto Fernández, en Argentina. El 19 de marzo publicó otro artículo, “El martillo y la danza” (una metáfora sobre la aplicación de una cuarentena dura y breve y luego medidas de distanciamiento social más relajadas para convivir con el virus sin que se expanda), en el que formuló su teoría sobre cómo evolucionaría la pandemia, dependiendo de la respuesta de los estados. Desde ese momento, Pueyo se convirtió en una referencia para muchos líderes políticos, a los que asesoró en países tan diversos como Estados Unidos, España, Perú, Kenia y Argentina.
Cuando usted publicó “El martillo y la danza” hizo una serie de proyecciones y modelos. Ahora que pasaron casi tres meses y a la luz de lo que sucedió, ¿qué estimaciones cree que fueron correctas y cuáles no fueron del todo acertadas?
—En base a los datos que había en ese momento, casi nada de lo que comenté o predije ha sido equivocado. Siempre hay algunas cosas que podrían ser revisadas, pero sobre lo principal no hay nada o casi nada equivocado. Hay algunos datos que ahora se saben mejor y lógicamente cambian todo. Por ejemplo, la tasa de letalidad, que se pensaba que podía estar entre 0,6% si se tomaban medidas y el 5% si no se tomaban, pues resulta que ahora sabemos que es más baja. En Italia, España y el estado de Nueva York parece que va a ser efectivamente entre el 1% y 2%, y si todo se hacía más o menos bien, estaría entre 0,5% y 0,6 por ciento. Es un poco más baja de lo que se pensaba, pero en los mismos órdenes de magnitud. Ahora se sabe que tanto el martillo como la danza pueden funcionar, porque hay docenas de países en los que el martillo ha funcionado, como Australia, Nueva Zelanda, Francia, Italia, España, Alemania, Noruega y Finlandia, y varios países en los que la danza va funcionando hace varios meses, como Hong Kong, Taiwán, Corea y Japón. Otra cosa que se ha aprendido es que el martillo y la danza no funcionan en todas partes.
—Hay expertos que afirman que la caída en la curva de contagios y de muertes llegó más o menos al mismo tiempo y de la misma forma en la mayoría de los países de Europa y en los Estados Unidos, y que eso demostraría que los confinamientos no tuvieron demasiado que ver con los resultados. ¿Qué opinión tiene de esto? ¿Podría haber otros factores que hayan influido en el retroceso del virus en las últimas semanas?
—Estoy escribiendo un artículo que creo que va a parar ese debate. El argumento de muchos de los críticos es que pasa lo mismo en todas partes con o sin martillo. Si esto fuera así, todas las provincias chinas tendrían que haber pasado por lo mismo, pero no fue lo que pasó. La única que tuvo un brote antes de aplicar un martillo es Hubei. Todas las demás estaban alertadas, aplicaron un martillo antes del brote y no tuvieron una epidemia. ¿Qué raro, no? Otro ejemplo: en todos los países en los que el martillo ha funcionado pasan exactamente dos semanas entre que se aplica el martillo y se llega al pico máximo. Otro ejemplo: si fuera cierto que en todos los países sube y baja solo, no veríamos ningún país en el que siguen aumentando los casos, pero en Suecia no tienes martillo y se mantiene la curva. Además hay países en los que directamente no ha habido brote, como Vietnam, Taiwán y Hong Kong. Si siempre pasa hagas lo que hagas, ¿cómo es que los que lo han hecho muy bien no han tenido brotes.
—Los ejemplos que da de países en los que no se produjeron brotes, o en los que fueron contenidos rápidamente, son casi todos de Asia Oriental. Japón, China, Corea, Taiwán. Salvo China, con Wuhan, ninguno tuvo brotes como los que se han visto en Europa o América Latina. ¿No puede ser que haya también otros factores? Porque todos esos países aplicaron políticas diferentes.
—Sí, hay otro factor, y se llama experiencia. Todos esos países la obtuvieron con el SARS o el MERS. En 2003 fue el SARS y todos desarrollaron experiencia, leyes y procesos en ese momento. Corea del Sur no tuvo SARS, pero tuvo el MERS en 2015 y tiene una ley específica para pandemias basado en eso. Singapur es otro ejemplo. Todos esos países tienen esa experiencia y simplemente la aplicaron cuando llegó el coronavirus. El problema del resto del mundo era la falta de experiencia exclusivamente. Por eso, lo más relevante era trasladar esa experiencia al resto del mundo. Y decir, “Oye, estos saben lo que están haciendo porque ya les ha pasado, haced lo mismo”.
“El martillo y la danza” se proponía mostrar que, ante el avance de la pandemia, los gobiernos tenían tres alternativas: no hacer nada, aplicar una estrategia de mitigación –que consistiría en establecer ciertas restricciones leves– o pegarle un martillazo al coronavirus –imponer una cuarentena estricta, para reducir al mínimo la circulación de la población y del virus–. La hipótesis del autor era que, con cualquiera de los dos primeros caminos, el único destino posible era el crecimiento exponencial de los infectados y de las muertes, agravadas por el colapso de sistemas sanitarios totalmente desbordados, como se vio en marzo y abril en algunas regiones de Italia y de España. El pronóstico era especialmente aterrador para Estados Unidos. “Si se permite la propagación del coronavirus, el sistema de salud estadounidense colapsará y las muertes rondarán los millones, posiblemente más de 10 millones”.
En cambio, Pueyo anticipaba que, con un martillo bien ejecutado, que permitiera un menor avance del virus y una tasa de letalidad más baja, el número final de muertes en Estados Unidos estaría más cerca de las 500.000. La proyección era que, dos semanas después de aplicadas las medidas fuertes, el número de infecciones diarias llegaría a su pico y, en un período de tres a siete semanas, empezarían a acercarse a cero. Entonces, se podría pasar a la segunda fase, “la danza”, una estrategia de más largo plazo, que permite que las personas recuperen muchas de las libertades perdidas y que basa la contención de la epidemia en medidas más sutiles, como el distanciamiento social, los testeos masivos y el rastreo de casos sospechosos.
—En “El martillo y la danza” usted planteaba que en un plazo de tres a siete semanas después de aplicar el martillo el virus iría desapareciendo. Pero, por ejemplo, el Reino Unido va por la semana 12 y sigue con más de mil nuevas infecciones por día. ¿Cómo explica que a esta altura el virus no haya sido suprimido?
—Si hay una cierta situación inicial y aplicas ciertas medidas, vas a tener un resultado concreto. Si la situación inicial es diferente y las medidas son distintas, el resultado va a ser otro. Yo planteé la necesidad de cerrar el país inmediatamente el 10 de marzo, que ya era tarde. Francia y España tomaron esas medidas el 15 de marzo. Esos cinco días fueron clave. Si estás en una curva exponencial y dejas que suba, lógicamente, la bajada va a tardar mucho más. En el caso del Reino Unido, no solo se tomaron una semana más, sino que además no fue un cierre tan agresivo como en el resto de los países. Entonces, lógicamente, si tardas mucho más y lo haces mucho peor, vas a tardar mucho más en volver. En cambio, los países que fueron rápidos y agresivos como Austria, e incluso Australia y Nueva Zelanda, fueron capaces de controlarlo y allí las tres a siete semanas se cumplieron.
—¿Su tesis es que si el martillo se sostiene la infección va a terminar desapareciendo indefectiblemente?
—Con un martillo correcto, sí.
—Hablando específicamente de las proyecciones que usted hizo en sus artículos. ¿Cuánto tuvieron que ver con el ahora parcialmente deslegitimado paper del Imperial College de Londres? Porque fueron simultáneos y mucha gente los relaciona.
—En efecto. El paper salió justo entre mis dos artículos y el segundo hace una referencia a él. Lo cierto o lo erróneo del paper se ve en el resultado del Reino Unido, una de las peores experiencias de Europa en términos de casos y muertes. Su principal problema es el de muchos otros modelos teóricos: ante una situación nueva y compleja, hacer un modelo matemático es muy difícil, porque no sabes cuáles son las cosas que hay que modelar e importan. En ese sentido, una metodología mucho más lógica es simplemente mirar lo que ha pasado en el resto del mundo: yo veo que en China ha pasado esto, que en Corea ha pasado esto, que en Taiwán ha pasado esto, y si no se hace nada, mira lo que ha pasado en Italia, en Irán. Según el Imperial College, si no se actuaba habría una curva enorme de casos, lo cual era correcto, y si se mitigaba un poco también había una curva enorme; pero una de las cosas que decía sin ninguna lógica es que, si aplicabas un martillo y cerrabas la economía fuertemente, dentro de unos meses tendrías un rebrote enorme ante el cual habría que aplicar otro martillo, y la suma de esos dos brotes sería casi el equivalente a si no aplicabas ninguna medida.
—Sus proyecciones indicaban que se iba a producir un número impresionante de muertes si no se ejecutaban medidas estrictas. Suecia impuso restricciones muy leves y murieron muchas personas, pero su tasa de mortalidad por habitante está por debajo del Reino Unido, de España y de Italia. ¿Es posible que haya sido exagerada la estimación de lo que iba a pasar si no se tomaban medidas?
—Según su opinión, para países que aplican medidas, ¿cuál es el principal factor que determina cuántas muertes vas a tener por habitante?
—Nuestra función como periodistas es preguntar y por eso le preguntamos a usted.
—La manera de comparar los países no tendría que ser “Mira, Suecia tiene menos muertes por habitante que España”. Pues sí, lógicamente, porque tenía casi 100.000 casos menos inicialmente. La pregunta es más bien: si miras a los países que tenían el mismo número de casos más o menos en el mismo tiempo, cómo se comparan. Y Suecia tenía más o menos los mismos casos que Canadá, Portugal, Dinamarca, Austria, Noruega, República Checa y Australia, y de todos esos tiene, por lejos, la peor situación.
—¿Y qué pasa en relación a Irlanda, Bélgica, el Reino Unido y Holanda, que obtuvieron resultados bastante similares, pero con cuarentenas?
—En el caso de Irlanda, tomó ciertas medidas el 13 de marzo, pero fueron leves, y no tomó las agresivas hasta el 29 de marzo. Otra cosa que está haciendo es tomar en cuenta muertes de manera mucho más agresiva que Suecia. Todas las muertes que podrían ser del coronavirus se aplican al coronavirus. Bélgica está haciendo lo mismo. Si hay un caso registrado dentro de una residencia de ancianos, todas las otras muertes se asocian al coronavirus. El Reino Unido es el único país del mundo cuyo resultado es peor que Suecia. El único. Entonces es más una excepción que una regla. Y como hemos dicho antes, entre otras cosas, el Reino Unido está muchísimo más conectado que Suecia, con lo cual recibe mucho más casos, tardó más que el resto de los países europeos en tomar medidas, y seguramente haya otros factores, que es una de las cosas que estoy aún estudiando. Pero si tomas un poco de perspectiva, Suecia realmente está mal.
—Creo que están claros los problemas que ha tenido Suecia. No nos referimos al caso para ponerlo de ejemplo, sino pensando en las proyecciones que se habían hecho en un primer momento. Para el caso de Estados Unidos, por ejemplo, su estimación era que podía haber 10 millones de muertos.
—Creo que era entre 600 mil y 10 millones, sí.
—10 millones era la hipótesis en caso de que no se aplicaran medidas fuertes.
—Si no se aplicaba ninguna medida.
—En un año normal en Estados Unidos mueren 2,86 millones de personas. O sea que la proyección implicaba un aumento de 250% de la mortalidad anual. Suecia aplicó medidas muy leves y está muy lejos de esa proporción. En EEUU, donde se aplicaron medidas bastante erráticas, los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades muestran que en la semana con mayor mortalidad del año, esta fue un 38% superior a la misma semana de 2019. La pregunta es si es posible que hayan sido un poco exagerados los cálculos de cuánta gente iba a morir si no se aplicaban medidas.
—El rango de mis proyecciones iba entre 500.000 y 10 millones de personas muertas en los Estados Unidos si no se hacía nada. Basados en lo que se sabe de los datos, ¿no? Y ya llevamos más de 100.000, pese a que se han tomado medidas. Y solo hemos empezado. Estados Unidos no está controlando el virus, sino que sigue infectándose la gente, cada vez más. Entonces, estamos ya al 20% de la parte baja del rango. La probabilidad de que vayamos a llegar a la parte baja del rango es bastante alta.
—Claro, 20% de la parte baja del rango, pero de la parte alta estamos bastante lejos.
—Esto asumiendo que no se aplicara ningún martillo. Pero sí se han aplicado, en la mayoría de los estados. Entonces creo que los datos muestran que realmente ese rango era acertado. Lógicamente, la parte más alta del rango es mucho más alta, pero por eso hay un rango, porque no se sabe. Y eso refleja lo que se sabía en aquel entonces de la tasa de mortalidad que había en distintas regiones de China, que iba desde el 0,6% al 5 por ciento. Entonces, lógicamente, como hemos mencionado antes, ahora sabemos que esa tasa es más bien entre el 0,6% y el 1 o 2%, y eso reduce el rango alto. Gracias a dios. Son los nuevos datos que te permiten reducirlo. Pero la parte baja del rango no ha cambiado. Lamentablemente. Ojalá me hubiese equivocado.
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