San Juan

Monseñor Lozano: Abrazar a todas las mujeres

Hay días que son movidos y las opciones que tomamos en la vida se notan en la calle. En esta conmemoración del Día Internacional de la Mujer se realizarán varias expresiones públicas en diversos lugares del país.

Algunas consignas es posible que cuenten con la adhesión de la mayoría. ¿Cuál es la mirada desde la fe? Con gran parte de las confesiones religiosas coincidimos en que la vida es un don de Dios, un regalo suyo. Tenemos igual dignidad desde el origen. También coincidimos en que Dios nos convoca a un mismo horizonte de vida en plenitud, y esta vocación también nos iguala.

Igualdad en el origen y en el final, y también en nuestra condición peregrina.

En este contexto entendemos que cada ser humano es fruto de un deseo del amor de Dios. Todos somos amados por Él, y nadie vive por casualidad o desgracia. Por eso nos sumamos a los reclamos de igualdad de derechos sociales y económicos entre varones y mujeres, a las legítimas reivindicaciones de respeto sin discriminación. Rechazamos toda violencia contra la mujer en la propia familia o en cualquier espacio de la sociedad.

Otras consignas, en cambio, tienen aceptación o rechazo según los valores que tenemos y las convicciones acerca de los datos que nos aportan las ciencias médicas y sociales.

El Domingo pasado el Presidente de la Nación expresó en su discurso en el Congreso que enviará un proyecto de ley acerca del aborto. En esta semana hubo unos cuantos artículos en los Medios de comunicación, y también comentarios al respecto.

Quisiera referirme a dos aspectos del discurso. Lo hago con ánimo sereno, sin querer fomentar rispideces, aunque reconozco que no es fácil.

El Dr. Alberto Fernández dijo que hay que terminar con “hipocresías respecto del aborto”, ¿como deslizando que quienes no están de acuerdo con su aprobación son hipócritas? Supongo que no, y que todos los legisladores que rechazaron el proyecto tratado en el 2018 no merecen ese trato, ni tampoco quienes piensan distinto.

También afirmó que “la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo”, lo cual desde una mirada social y solidaria es bastante cuestionable en dos aspectos. Uno es el que nadie tiene derecho absoluto sobre sí mismo para hacerse daño “si tiene ganas”. Difícilmente encontremos un cirujano que nos quite un riñón porque queremos vivir con uno solo, o que esté dispuesto a quitarme dos dedos de cualquiera de mis manos. Salvo, claro, que alguno de mis miembros esté enfermo. Pero el embarazo no se ha definido como una enfermedad, o como la irrupción de un tumor maligno.

Pero el argumento tampoco tiene validez, sobre todo, porque el niño que crece en el vientre materno tiene su propio ADN y grupo sanguíneo, ambos independientes de los de la mamá y el papá. Es un ser distinto al propio cuerpo.

Tiene derecho a ser cuidado antes y después del nacimiento. Como reconoce el “programa 1000 días”, mencionado en el mismo discurso, aunque suene contradictorio.

Hoy en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, en la provincia de Buenos Aires, nos congregamos a rezar con el lema “sí a las mujeres, sí a la vida”. Además, en San Juan nos uniremos con este mismo espíritu el próximo viernes 13 de marzo. A las 21.30 hs celebraremos Misa en la Catedral San Juan Bautista, y luego haremos una Marcha de Antorchas en torno a la Plaza de nuestra capital provincial.

En la Marcha participarán también hermanos de otras confesiones religiosas con quienes compartimos un mismo compromiso en el cuidado de la vida.

Una cuestión que no debemos descuidar es abrir el corazón a la angustia de la mujer (adulta, joven o adolescente) que ha concebido por medio del abuso o violación. Un drama que no se corrige ni resuelve eliminando una vida. El aborto no “da vuelta la página” de una experiencia desgarradora que duele toda la vida. A lo largo de los años he conocido gente que fue concebida por una violación, y la mamá decidió seguir adelante con la vida en el vientre, a veces dando en adopción al recién nacido, otras acogiéndole junto a sus otros hijos. En estas circunstancias, quienes tuvieron ocasión de vivir han dado gracias a Dios y a su madre por haberles dado la oportunidad de hacer su propio camino. Se trata de asumir la vida como viene.

También tenemos que recibir y abrazar a la mujer que no supo cómo enfrentar el embarazo y tomó la decisión de abortar. Los brazos abiertos de la misericordia de Dios están siempre esperando para derramar su consuelo.

Varias encuestas realizadas en San Juan en esta semana han mostrado un rechazo firme a la iniciativa de legalizar el aborto. Expresemos con claridad el Sí a la Vida desde la concepción hasta la muerte natural. De punta a punta.

Y digamos con la misma firmeza, Sí a las mujeres y a sus legítimos reclamos.

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