Nota de opinión

Covid-19: la censura del debate mata a la ciencia: Entrevista al Dr. Jay Battachyara

El mal manejo de la pandemia de covid-19 a nivel mundial no sólo ha aumentado el número de muertes y ha conducido a una serie de profundos daños sociales, económicos y sanitarios sino que además ha amenazado el futuro de la ciencia, según lo admitió en una entrevista con La Prensa el doctor Jayanta Battachyara, profesor de Medicina de la Universidad de Stanford y uno de los autores de la “Great Barrington Declaration”, un documento en el que se expresó la preocupación y se advirtió sobre los severos perjuicios que causarían muchas de las estrategias adoptadas como respuesta al covid-19.

“Me parece que la censura del debate y de la discusión científica esencialmente mata a la ciencia”, opinó Battachyara, investigador de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos, del Instituto de Investigación de Política Económica de Stanford y del Instituto Freeman Spogli de la misma universidad.  “La ciencia solo puede funcionar cuando los científicos se sienten libres para hablar de sus ideas y ponerlas en evaluación con evidencia experimental, con un debate libre y abierto. Una comunidad científica en la que los científicos se censuraron a sí mismos y a sus ideas por miedo al vilipendio, la difamación y las calumnias – tanto por parte de colegas científicos como por periodistas- no puede funcionar como ciencia. Parece ciencia, pero no lo es”, añadió.

Battachyara hizo hincapié en la necesidad de entender, como comunidad científica, los problemas que se han producido a raíz de esta censura en torno al covid-19 y de trabajar para revertir esa situación. “De lo contrario, el público dejará de confiar en la ciencia”, vaticinó.

Tras el inicio de la epidemia de SARS-CoV-2, el investigador junto con otros colegas de trayectoria -como Sunetra Gupta y Martin Kulldorff- no tardaron en advertir que los confinamientos totales causarían más daños que beneficios y que el camino correcto era la protección focalizada de las personas más vulnerables ante el nobel coronavirus, es decir los mayores.

– Desde hace muchos meses usted y otros colegas han insistido en la idea de que los confinamientos son el “gran error de salud pública jamás cometido”. ¿Por qué?

–  El primer argumento es que los confinamientos por sí mismos han causado daños catastróficos, en especial a los pobres. Es muy difícil para las personas que no tienen trabajos que puedan ser realizados online cumplir durante mucho tiempo un confinamiento sin que esto dañe a su familia y a ellas mismas. Estimaciones tempranas evidenciaron los efectos del daño económico por los confinamientos sobre la posibilidad de que las personas pobres se alimenten.  La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en abril del año pasado, estimó que unos 30 millones más de personas fueron puestas al límite del hambre como consecuencia del confinamiento. Y, de hecho, hay trabajos científicos publicados en febrero último que documentaron que 90 millones de personas fueron llevadas a esa situación y arrojadas a la pobreza. La ONU publicó un informe según el cual 220 mil niños murieron de hambre tan solo en Asia meridional como consecuencia de los confinamientos. Por lo tanto, para las personas pobres de todo el mundo y, en especial en los países pobres, ha sido un desastre humanitario total.

– Al mismo tiempo diversas enfermedades quedaron en el olvido…

– Absolutamente. Por ejemplo, el tratamiento de la tuberculosis -que requiere la administración semanal de antibióticos- cesó durante muchos de los confinamientos implementados en todo el mundo. Esto significa que tendremos más personas muriendo de tuberculosis y que la enfermedad se propagará más. Los programas de vacunación para enfermedades mortales como sarampión, polio, rubéola, se suspendieron o se ralentizaron durante el confinamiento. Muchos niños se saltearon esas vacunas esenciales durante los meses de cuarentenas. Las personas con ataques cardíacos se quedaron en sus casas y se detuvieron los tratamientos y cribados del cáncer, por lo que los confinamientos tuvieron un enorme efecto sobre la salud de la población. El covid no es la única enfermedad importante para la salud pública, hay muchas otras afecciones importantes para la salud de la población. Los confinamientos han distraído nuestra atención de esos otros asesinos letales.

– No obstante, hay quienes continúan sosteniendo que los confinamientos han sido exitosos para controlar el covid.

 – En primer lugar, siempre hay que comparar la política adoptada con una política alternativa. No hay políticas que puedan ser evaluadas por sí solas. Si uno dice que la única alternativa a los confinamientos es permitir que la enfermedad se propague entre la población, entonces tal vez haya que hacer cierto caso. Pero creo que todo lo que han logrado los confinamientos es retrasar la aparición de los casos en lugar de prevenirlos por completo. De hecho, eso es lo que dice la teoría acerca de los confinamientos. En cierto sentido, el confinamiento es una versión en cámara lenta de la estrategia de dejar al virus propagarse.

En el contexto de la “Great Barrington Declaration” nosotros planteamos la alternativa correcta al confinamiento, que no es dejar al virus correr sino la protección focalizada de los vulnerables.

– ¿En qué consiste?

– Hay una diferencia de mil veces en el riesgo de mortalidad de esta enfermedad entre los más viejos y los más jóvenes. Los mayores tienen un enorme riesgo de muerte por esta enfermedad. Alrededor del 5 al 7% de las personas mayores de 70 años que se infectan mueren por la infección. Mientras que en las poblaciones más jóvenes hay un riesgo de mortalidad menor. Los menores de 70 años en todo el mundo se recuperan en un 99,95% luego de la infección. Por lo tanto, la política correcta tiene que reconocer el hecho biológico de que esta enfermedad es más mortal para los ancianos y deben adoptarse políticas que traten de reducir el riesgo de exposición al virus en las poblaciones mayores.

Para las poblaciones más jóvenes, los confinamientos son más dañinos que la enfermedad. Por lo tanto, confinar a las poblaciones más jóvenes y sanas, con la esperanza de contener la propagación de la enfermedad hacia la población mayor daña a los jóvenes.

La teoría es que si no se confina a los jóvenes, la enfermedad se propagará y puede que se propague, eso es cierto. Pero al mismo tiempo se está evitando el daño producido por el confinamiento. Desde un punto de vista ético, no está bien confinar a los jóvenes y sanos, porque no enfrentan un riesgo alto de enfermedad ni alto riesgo de daño por el covid, pero sí enfrentan un enorme daño por el confinamiento.

– ¿De qué modo se debe proteger a la población de mayores?

– La teoría de los que proponen los confinamientos es que al confinar a los jóvenes y sanos, reducimos el riesgo para los ancianos. Pero hemos visto que eso no es verdad. De hecho, en lugares que tuvieron confinamientos estrictos, como la Argentina, la enfermedad se ha propagado entre los ancianos. Los confinamientos han fallado en proteger a los mayores de la enfermedad. En cambio, lo que debería haber sucedido es una política que proteja a los mayores, que sea específica a la situación de vida de los mayores y esas situaciones serán diferentes de un país a otro por lo que deben diferir las políticas en los distintos países. En Estados Unidos, por ejemplo, hay hogares de ancianos donde viven muchísimas personas mayores y en los primeros días de la epidemia la política era enviar a los enfermos infectados con covid de nuevo a esos hogares para despejar los hospitales. Esa fue una decisión absolutamente mortal, que mató a innumerable cantidad de gente. Y principalmente esto se debió a que no seguimos el principio de protección focalizada.

Recientemente, desde el desarrollo de las vacunas, las políticas han mejorado en muchos lugares, priorizando a los ancianos para la vacunación, asegurándose que cada vacuna vaya para alguien mayor o alguien que cuida a una persona mayor. En ese sentido, una vez que se ha vacunado a la población de personas mayores, es decir con una política de protección focalizada, se desvincula el aumento de casos del aumento de muertes: pueden aumentar los casos entre los jóvenes pero las muertes no aumentarán porque los jóvenes no son vulnerables.

– ¿Qué rol cumple la inmunidad de rebaño? Pareciera que se la desestimó desde un principio.

–  Ese es el punto final de la epidemia, sin importar la estrategia que se elija. Es un hecho biológico. Y se sostiene por el hecho de que aquel que se infecta y se recupera es inmune. Puede que vuelva a infectarse, pero no sufrirá un resultado severo. Creo que solo alrededor de un 0,4% de los millones y millones de personas infectadas se han reinfectado y muy pocas de ellas con resultados severos de hospitalización o muerte. Por lo tanto, infectarse y recuperarse confiere inmunidad. Pero es cierto que eventualmente uno obtiene la inmunidad de rebaño, que se da cuando una nueva persona se infecta y propaga la enfermedad a uno o unas pocas personas, entonces la enfermedad se vuelve endémica en la población. Eso pasará con todas las estrategias, ya sea el confinamiento, dejar al virus propagarse o con la protección focalizada… ese es el punto final. La única otra alternativa es “covid cero” y eso es imposible, es una fantasía.

– ¿Por qué cree que tantos gobiernos del mundo han adoptado estas medidas de confinamiento -con algunas excepciones, como Suecia- sin considerar los severos daños que causarían? ¿Qué los guió?

–  Creo que en parte los confinamientos se implementaron a partir de la sensación de pánico en los primeros días de la epidemia.

– Sin dudas, el miedo jugó un rol preponderante, ¿pero qué hay de los médicos y científicos que aún hoy abogan por estas medidas infundadas?

–  Políticos, médicos y epidemiólogos que vieron lo que ocurría en China e Italia en los primeros días de la epidemia pensaron que China había controlado la epidemia con confinamientos, mientras que Italia tuvo un desastre. Pienso que eso jugó en la mente de las personas sobre qué tipo de políticas podían funcionar. Los planes pre-pandemia no preveían confinamientos, sino que de hecho enfatizaban la protección focalizada: identificar al grupo vulnerable, trabajar para aislarlo y brindarle el apoyo adecuado.

– Sin embargo, luego algo cambió esos planes.

– El pánico es parte de la explicación para el cambio. Pero en cuanto a por qué continuaron insistiendo en los confinamientos, creo que aquí también hay un cálculo político: los políticos del mundo necesitaban ser vistos haciendo algo y los confinamientos son algo activo que los políticos pueden presentar como una forma de decir “estoy tratando de protegerlos de esta enfermedad”, incluso cuando han causado todos estos daños. La política a menudo enfatiza el corto plazo más que el largo plazo y muchos de los daños de los confinamientos tendrán lugar durante un largo periodo de tiempo: el hambre de las poblaciones, el desarrollo de cánceres que no son diagnosticados adecuadamente… todas estas cosas llevan un tiempo en desarrollarse, mientras que los confinamientos, si son exitosos, demoran los casos a futuro. Por lo tanto, la política también juega un rol en esto. En cuanto a los científicos, pienso que en gran medida el debate en la ciencia ha sido censurado. Muchos de los que se oponían dentro de la ciencia a los confinamientos han sido silenciados y están temerosos de hablar. Creo que no se ha permitido que ocurra el debate científico abiertamente y las personas que han fomentado los confinamientos han estado tan equivocadas, que en cierto sentido sus reputaciones están amenazadas si admiten cuán equivocadas estaban. Sus consejos han causados daños catastróficos a nivel mundial. De modo que no debemos esperar ver personas que cambien de parecer y que admitan que estaban equivocadas porque no está en la naturaleza humana y los científicos también son humanos.

Estos factores explican la continuidad de la idea de los confinamientos. No obstante, siento que las personas están empezando a alzar su voz -científicos y políticos- contra los confinamientos, cuando el daño se está haciendo tan evidente y el fracaso de las políticas de confinamiento para detener la propagación de la enfermedad también está claro.  La experiencia de la Argentina es devastadora, con uno de los confinamientos más largos y estrictos del mundo.

– Además, hemos experimentado un gran crecimiento de la pobreza.

– Sí, para los países pobres -como India- los confinamientos han arrojado a tantas personas a la pobreza y causó tanto daño que será imposible ignorar eso. Espero que cuando la epidemia finalmente concluya hagamos una evaluación buena y honesta para que podamos entender los efectos de estas políticas y pensar 50 veces antes de repetirlas.

– ¿Qué grado de confiabilidad podemos otorgarles a los datos globales respecto de la mortalidad y los casos positivos cuando uno intenta determinar la verdadera magnitud del covid-19?

– Los casos dependen de la cantidad de testeos y muchos países han adoptado políticas para hacer testeos masivos en grandes poblaciones, incluso asintomáticas y de jóvenes, mientras otros países han puesto menos énfasis en los testeos. De modo que las comparaciones directas entre países son difíciles. El conteo de muertes también es difícil porque en una población de ancianos que mueren, a menudo sufren otras enfermedades que los predispone a morir por virus respiratorios o enfermedades respiratorias. Siempre es difícil -desde un punto de vista médico- determinar si A o B fue la causa de muerte cuando uno tiene tanto A como B presentes. Por ejemplo, un paciente diabético puede ser más propenso a sufrir enfermedad cardiovascular, sufre un ataque cardíaco, se le llenan los pulmones de fluido debido a una neumonía y luego contrae covid sobre eso… ¿lo mató la diabetes, el ataque cardíaco, la neumonía o el covid? La respuesta probablemente sea todas las opciones anteriores.«El tratamiento temprano mediante el uso defármacos baratos, como la ivermectina, se hapolitizado a un nivel que me resulta asombroso».

– Pero lo más común últimamente es registrar el covid como causa de muerte incluso en esos casos de enfermedades previas.

– En muchos países decidieron que querían saber en cuántas muertes estaba involucrado el covid. En Estados Unidos, y creo que en Argentina también, las cifras que se ven de mortalidad son de personas que murieron con un test positivo de covid.

– A más de un año del surgimiento de la epidemia y teniendo en cuenta que las primeras proyecciones hablaban de una amenaza para la humanidad, que mataría a 40 millones de personas, ¿cómo describiría hoy al SARS-CoV-2?

– Las primeras proyecciones causaron pánico y fueron exageradas. Las estimaciones mundiales de la tasa de mortalidad por infección están en el orden de 0,2%, por lo tanto, la tasa de supervivencia es del 99,8% a nivel mundial. Para la población mayor de 70 años, la tasa de mortalidad por infección está en torno al 5 a 7%, mientras que para los menores de 70 es 0,5%, por lo que tiene un 99,5% de tasa de supervivencia. Es decir, que para un determinado grupo de personas es una enfermedad muy mortal y es increíblemente contagiosa porque se propaga por aerosoles. Es muy difícil detener la propagación de los virus respiratorios y esta no es la excepción.

– Se ha estado hablando últimamente de casos severos en personas más jóvenes. ¿Lo han visto también en Estados Unidos?

– Hay alguna evidencia de que una pequeña fracción de personas tiene algunos síntomas persistentes, en general, fatiga, que se resuelve luego de varios meses. Incluso en los pequeños grupos de pacientes que pierden el gusto y el olfato esos síntomas perduran por algunos meses. Lo mismo sucede con otros virus. Por ejemplo, con la mononucleosis infecciosa uno puede sufrir efectos a más largo plazo, como fatiga, que tienden a resolverse. Pero también creo que parte del problema es la ansiedad y la depresión que han sido causadas por los confinamientos en sí mismos y que incluyen todo tipo de daños psicológicos en la población. Eso también puede dar como resultado síntomas que persisten. Pienso que desentramar todo esto será un desafío científico difícil.  No sé aún las respuestas.

VACUNACIÓN DE JOVENES

– Hasta ahora los tratamientos experimentales eran reservados para personas con enfermedades terminales o incurables, ¿Por qué ahora los médicos están recomendando vacunas experimentales contra el covid, no solo para personas mayores -en las que según usted explicó estaría justificada la vacunación- sino también para personas jóvenes y sanas?

– Creo que establecer la obligatoriedad de vacunar a los jóvenes no es ética. Para las personas mayores, el riesgo de covid es peor que cualquier incertidumbre sobre las vacunas. Para las personas más jóvenes sabemos que el covid no es particularmente mortal y hay incertidumbre sobre la seguridad de la vacuna, entonces el balance entre riesgo-beneficio no tiene sentido para decirle a una población más joven que debe vacunarse. Es antiético establecer la obligatoriedad en este grupo. Estoy en contra de obligar a que todos se vacunen. No se puede utilizar la vacuna como una forma de llevar a cero el riesgo de covid. La vacuna protege contra la enfermedad grave, no protege completamente de infectarse o de contagiar la enfermedad. Por lo tanto, la vacuna es una gran herramienta para la protección focalizada de los vulnerables y los ancianos. Si se focalizan las vacunas en los vulnerables, se reduce la mortalidad por la enfermedad. Para eso debemos usarlas.«Para las personas más jóvenes sabemosque el covid no es particularmente mortal y hayincertidumbre sobre la seguridad de la vacuna».

– ¿Considera que la implementación del tratamiento temprano también debería ser un elemento clave para lograr el control de la enfermedad?

– Se han hecho un montón de descubrimientos importantes sobre cómo tratar la enfermedad y manejarla mejor. En los primeros días creo que muchas personas murieron por el sobreuso de respiradores. El uso de dexametasona y algunos de estos tratamientos que no conocíamos en las primeras etapas, como los anticuerpos monoclonales, ha mejorado los resultados de los pacientes.

Por otro lado, el tratamiento temprano mediante el uso de fármacos baratos, como la ivermectina, se ha politizado a un nivel que me resulta asombroso. Y una de las consecuencias desafortunadas de esto es que no tenemos estudios a gran escala randomizados que ya deberían haberse realizado. Me resulta impactante que luego de un año y medio no los tengamos. Tenemos una serie de investigadores muy valientes que han tratado de hacer estudios más pequeños pero para convencer a la comunidad médica se necesitan estudios a gran escala randomizados. Los hemos hecho con las vacunas, pero no los hemos hecho con el tratamiento temprano y eso es un escándalo.

– ¿Qué podemos esperar que suceda en los próximos meses en cuanto a la evolución de esta epidemia?

– La mayoría de los lugares del mundo alcanzarán en unos pocos meses la inmunidad de la población. El virus siempre estará con nosotros. Se convertirá en el quinto coronavirus circulante. Nunca veremos “covid cero”. Lo que ocurrirá es que es un virus estacional, por lo que cada invierno se verá alguna propagación de la enfermedad. Pero, como creo que ya una gran proporción de la población mundial ha estado expuesta al virus, la enfermedad no causará el tipo de mortalidad y devastación que ha causado durante el último año y medio sino que se propagará y supondrá una amenaza para la población de personas mayores, cuya inmunidad se ha reducido.

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