Nota de opinión

Somos del grupo los Salieris de Mario

Una mañana de domingo en Radio Colón, apareció frente a mí Rony Vargas. Era un noviembre de 1988, y yo conducía el programa «A vuelo de pájaro». Se sentó y se dejó preguntar de todo, y entre esa marea alucinante de distintas realidades, Rony contó el secreto de su relación con Mario Pereyra. «todo se basa en el mutuo respeto» me dijo. «Entre Mario y yo existe un sentimiento de gran cariño, pero antes que todo nos respetamos». Su trato era la confianza mutua, no firmaron un solo papel y sellaron todo con la firmeza que sólo tiene la gente de bien.

Hoy despedimos a Mario Pereyra, esa voz saltarina y penetrante que le marcó el pulso a San Juan durante tantos años. Un día ya cansados de presiones y chatura, Mario y Rony decidieron llevar su magia a Córdoba y ganaron la apuesta que proponen a cada paso los necios de siempre. La radio sanjuanina quedó sin rumbo desde que se fueron, el primer día sin Mario tuvo el mismo suspiro de tristeza que tenemos todos hoy a sabiendas de su deceso. «Arriba ese espíritu de juventud, este es el nuevo Pereyra show» decía la canción inicial y todos soltaban amarras, la vida entera  pasaba por ese micrófono que entusiasmaba sin miramientos a políticos y empresarios. Estar al aire con Mario era existir, si Mario lo decía así era. La gente lo siguió al punto de adueñarse de sus palabras, de sus ideas y de sus modismos. Era un sello, una marca propia, el hacedor de sus éxitos y el motor de su bienestar. Como todos los que mueven opinión, tuvo sus detractores. Hoy mismo pudimos leer algunos comentarios crucificando a un hombre ya muerto. Acaso serán esos que sufren por la sola existencia de quienes mantienen una idea y la abonan toda una vida o que han trascendido del resto a punta de laburar a destajo. Claro que Mario lo sabía, y rara vez les dio entidad  ¿Soberbia, comodidad o convicciones? Ya no inquieta la respuesta, porque esa es la única manera de comunicar en esta sociedad atestada de envidiosos sin logros personales y obtusos que no exponen ideas, sino que apuntan al corazón del que piensa distinto.

Despedimos al mejor y acá quedamos nosotros, los que intentamos disimular que nos hemos quedado huérfanos de algo parecido a un amigo, a un padre, a un hermano.  Que ahora poner la radio no será para «escuchar al Mario», sino a todos los que por estos lares seguimos sus agitados pasos radiales. Somos del grupo los Salieris de Mario, le robamos los modismos a él. 

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