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Trajeron el cuerpo embalsamado de una víctima de coronavirus en un vuelo de repatriados y no lo declararon

En la documentación entregada no se aclaraba que estaba infectada cuando murió. El Ministerio de Salud pidió investigar si la familia ocultó información.

Un vuelo proveniente de Miami, que arribó el sábado pasado al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, organizado por Cancillería para repatriar ciudadanos varados en los Estados Unidos, trasladó el cuerpo embalsamado de un empresario que había muerto por coronavirus. Sin embargo, en la declaración entregada no se aclaró este último dato clave.

Tras ser informada de esta situación, la Secretaría de Calidad del Ministerio de Salud de la Nación, a cargo de Ginés González García, radicó una denuncia penal que intenta esclarecer quién fue el responsable de que ese cuerpo viajara sin que se supiera que había estado infectado de Covid-19. Se sospecha que se buscó ocultar a propósito este dato para lograr el traslado, que ya se había intentado en una ocasión anterior.

Cada vez que un cuerpo es trasladado debe llevar consigo una documentación en la que se aclaran las causas de la muerte. Pero, en este caso, no se informaba que había tenido coronavirus, un dato que le hubiera prohibido el ingreso al país. Ya que, pese a que aun faltan estudios para poder afirmar cuántos días puede vivir el virus dentro en un cadáver, se estima que podría permanecer hasta tres días, alojado en los pulmones y otros órganos.

En marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que «la transmisión de patógenos provenientes de cuerpos muertos es rara». Sin embargo, Salud Pública de Reino Unido alertó al personal que trabaja con los cadáveres de pacientes que murieron por Covid-19 de la existencia de un riesgo asociado a los fluidos y tejidos corporales: “Aquellos que manejan los cuerpos deben ser conscientes de que es probable que exista un riesgo continuo de infección en los casos en los que se identifica la infección por coronavirus (SARS-CoV2)”.

Según trascendió, la víctima era un abogado de 91 años que residía en Nueva York desde 1988. El empresario murió el pasado 7 de abril en su casa de Manhattan. Su familia llevó el cuerpo a una funeraria pero la cremación no era una posibilidad, ya que su religión judía no lo permitía. Por eso, decidieron embalsamarlo.

La funeraria le entregó a los familiares el certificado de defunción, que en la primera hoja, decía que había muerto por causas naturales, es decir, una muerte no violenta. Y en el reverso, aclaraba: «Colapso respiratorio, COVID 19».

Los familiares de este empresario ya habían intentado trasladar el cuerpo por medio de un taxi aéreo el pasado 9 de abril. Sin embargo, tras el intercambio de documentación, la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) no lo habilitó.

Por el momento, Sanidad de Frontera dispuso que no se entregue el cadáver a la familia hasta que la Justicia intervenga.

Fuente: TN

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