A pesar del contacto inicial, con la mediación de la ONU y la Iglesia Católica, Moreno admitió que “hay alguna dificultad” por el hecho de que “más de 60 organizaciones” muestran su disgusto por el aumento de precios. Sin que amainen las protestas que se registran desde hace una semana, manifestantes asaltaron el martes la sede legislativa. La fuerza pública logró desalojar a las personas que ingresaron, por breve lapso, al edificio desocupado de diputados en la militarizada capital ecuatoriana.

Las protestas que estallaron por el fin de los subsidios -pactado con el FMI- y la consecuente alza de hasta 123% en los combustibles desataron más caos y golpean sensiblemente la producción petrolera debido a la toma violenta de pozos en la Amazonía.

El lunes Moreno se vio forzado a trasladar la sede del gobierno de Quito a Guayaquil, unos 270 kilómetros al suroeste, desde donde promueve el diálogo con la dirigencia de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie). “Hay diálogo para los hermanos indígenas que lastimosamente tienen necesidades, y en eso estamos completamente de acuerdo”, dijo previamente en una declaración a los medios.

Decretado para aliviar el alto endeudamiento y la falta de liquidez, el fin de los subsidios y la subsecuente alza de los combustibles terminó envolviendo a Ecuador en su peor espiral de manifestaciones desde 2007. En una aparición el lunes en televisión, Moreno señaló directamente al ex mandatario ecuatoriano Rafael Correa, otrora aliado suyo, de intentar derrocarlo en alianza con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro.

Estados Unidos, la Secretaría General de la OEA y siete países latinoamericanos encabezados por Brasil, Colombia y Argentina cerraron filas en torno a Moreno.